Miami.- Estaba en La Habana cuando hace ya un mes, el 28 de febrero pasado, regresara a la patria, un día después de haber cumplido la totalidad de su condena, nuestro hermano Fernando González Llort. Cuánta alegría y orgullo sentí aquel día al verlo en televisión nacional bajando contento, firme y saludable la escalerilla del pequeño avión que lo traía del infierno. Cuánto alivio.
Alegría, orgullo y alivio compartidos por su familia, especialmente su compañera Rosa Aurora, y su madre, Magali; por su compañero de tareas, René, libre en Cuba, y por sus otros compañeros Gerardo, Ramón y Antonio, aún en prisiones estadounidenses. Alegría, orgullo y alivio compartidos también por la inmensa mayoría de un agradecido pueblo cubano, su dirigencia revolucionaria y por los miles de activistas en todo rincón del planeta que por años han estado luchando por lograr la libertad de…
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